Un hilo para salir del laberinto

Cap. #10 GUINEA BISSAU

Un hilo para salir del laberinto

Paulo Nenque ha vivido toda su vida en un orfanato en Guinea Bissau. Desde los 12 años busca una salida: quiere ser costurero. En África Subsahariana viven 52 millones de los 140 millones de huérfanos del mundo.

Bissau, Guinea Bissau.

Tac, tac, tac. Es una máquina preciosa: una Singer negra con adornos dorados. Desde la rueda de hierro lateral hasta el tira-hilos, su brazo metálico avanza en un suave arco descendiente y en un costado destaca un medallón con un grabado de flores plateadas. La máquina de coser, heredera del modelo New family que inventó el estadounidense Isaac Merrit Singeren el año 1865 para convertirse en una de las mayores fortunas del planeta, es antigua y parece sacada de un cuento de los hermanos Grimm. Por eso Paulo Nenque no la toca, la acaricia. Gira la rueda volante, empuja hacia delante una tela amarilla y negra y se oye el repiqueteo de la aguja al dar puntadas rectas. Tac, tac, tac. El sonido de la máquina rebota en las paredes del taller. Solo se oye más trabajo. A dos metros, su compañero Mama Saliu, nueve años mayor, le pone el mismo mimo. Tac, tac, tac. A Paulo, el eco mecánico de las puntadas y el pedal le sumerge en un trance dulce y callado. Mantiene alta la frente, la nariz en línea recta hacia la máquina y las manos firmes.

Tac, tac, tac.

— Me gusta sentarme a coser. Me hace sentir bien, porque mientras coso estoy tranquilo, como si pudiera olvidarme de lo demás.

Paulo tiene 14 años y es huérfano desde que nació. Su madre murió por complicaciones en el parto y, como su padre no quiso saber nada de él, su tía Maria Cá lo llevó con diecinueve días de vida a Casa Emmanuel, un orfanato en el barrio de Hafia, en la capital de Guinea Bissau, que abre la puerta a niños y niñas huérfanos, abandonados, maltratados, con discapacidades o con VIH. Paulo ha pasado toda su infancia entre el orfanato de Hafia y otro centro en el pueblode Bisselanca, a las afueras de Bissau, donde viven los niños a partir de los seis años y donde está el taller de costura. Donde hay una salida.

En África Subsahariana viven 52 millones de los 140 millones de huérfanos del mundo. Aunque en los países industrializados la definición se refiere habitualmente a quien ha perdido a los dos padres, no es así para las estadísticas en el continente africano. Nueve de cada diez huérfanos tienen alguno de los dos padres vivos. Otra cosa es que éstos quieran saber algo de su hijo. 

Como Paulo creció entre huérfanos y no conoció a su padre hasta el año pasado —fue a visitarle por curiosidad y pasaron la tarde juntos—, nunca tuvo dudas. Para él, los 26 compañeros y los educadores locales de casa Emmanuel son su familia. Y si ellos son familia, Mama Saliu es su hermano mayor.

— Sueño con fundar una empresa de costura con Mama, hacer mucha ropa juntos y vender en otros países y así conseguir dinero para ayudar a otras familias.   

En Casa Emmanuel, todos hablan maravillas de Paulo. Es un chico tranquilo, responsable y jamás ha dado problemas. Junto al orfanato hay un recinto para chicos con discapacidades severas y él los cuida como si fueran sus hermanos pequeños. También le encantan los críos y juega todo el tiempo con el bebé de la vecina, de poco más de un año. Cuando el niño viene a verles, Paulo saca coches de juguete de una caja y se los pasa por las piernas rechonchas haciendo el sonido del motor. Brrrum, brrruuum. Y el bebé se muere de la risa.

Hace dos años, Paulo entendió que aquel remanso de pan y tortilla con margarina para desayunar, de escuela matutina y partido de fútbol al atardecer, tendría un final. Tenía que aprender un oficio para salir adelante por sus propios medios cuando alcanzara la mayoría de edad. Se decidió: con doce años empezó clases de costura y no ha faltado a ni una sola clase.

Según la Organización Internacional del Trabajo, el 85’8% del empleo en África es informal. Sin sueldo fijo, regulación, horarios ni impuestos. El término se refiere a empleos de todo pelaje, desde vendedores callejeros, limpiabotas, trabajadores domésticos, mecánicos de talleres ilegales o costureros que se colocan en una esquina del mercado con una máquina maravillosamente vieja encima de un cajón.

Para Paulo su máquina de coser Singer es la última oportunidad para esquivar un destino probable. Aunque en los últimos 30 años, las personas que viven en extrema pobreza han pasado de ser el 30% a menos del 10% de la población mundial, el nivel más bajo registrado en la historia, en África Subsahariana los pobres aumentan. Los 278 millones de africanos desesperadamente míseros en 1990 se han convertido en 413 millones en 2015, el último año en que hay cifras solventes. Según el informe Pobreza y prosperidad 2018, los factores detrás de los altos niveles de miseria en África incluyen tasas de crecimiento lentas, problemas causados ​​por conflictos e instituciones débiles y el fracaso gubernamental en reducir la desigualdad. Para muchos africanos, el futuro es un laberinto sin salida: en el año 2030, nueve de cada diez personas en extrema pobreza vivirá en África Subsahariana. En Guinea Bissau ese mañana gris asoma hoy. Con una economía renqueante, basada en la agricultura, la exportación de anacardos y la pesca, dos de cada tres personas viven por debajo de la línea de pobreza absoluta. La ausencia de oportunidades económicas, una historia cosida de golpes de estado y una geografía favorable han convertido a la ex colonia portuguesa en la principal entrada de droga latinoamericana de África Occidental hacia Europa.  

Paulo está dispuesto a hacer frente a los obstáculos y aprovechar su oportunidad. Gracias a las clases de costura, está aprendiendo a ser responsable, a calcular el material que necesita y a cumplir con las fechas de entrega. A ser un adulto. En el taller, junto a una mesa repleta de máquinas de coser viejas, hay un armario lleno de hilos de colores. A Paulo le encantan los colores. Él disfruta recortando telas, cosiendo sin patrón y confeccionando camisas y pantalones para sus compañeros del orfanato, pero esas bobinas rojas, amarillas, lilas, blancas y verdes le hipnotizan. Al verlas, se siente útil y en paz. Como si en esos hilos de mil colores viera una salida. Su única salida.